Bueno, en realidad no son personajes solamente míos. Hace un par de años o mas empezamos en un foro de cartas Magic una novela acompañada de cartas creadas por nosotros. El proyecto nunca terminó y hace poco se me dio por continuar al menos la historia que era mi parte.
Al principio se hizo todo en conjunto, con muchas ideas de muchas personas, arreglando lo que sería la trama. Cada uno proponía nuevos personajes (en un momento habían demasiados personajes por lo que tuvimos que empezar a matarlos :S) y el desarrollo de cada uno de ellos. Mi tarea era recopilar todo eso y armar una historia coherente, en formato de narración.
Se suponían que iban a ser 3 novelas de 12 capítulos cortos cada una, tengo hechas dos novelas y media, por lo que el único que conoce el final soy yo. Cuando termine supongo que lo subo los archivos de word, mientras tanto le dejo al que le interesa lo que es el primer capitulo.
Capítulo 1
El nacimiento de la bestia
Habían pasado, meses, años, siglos, desde que el dragón se encerró en su propia cueva debajo de las profundidades del mar, donde se encuentra el consejo celeste de los hechiceros. Muchos dicen que fue para escaparse de la gran guerra que tuvieron los primigenios, llamados así por algunas tribus, los amos del cielo y de la tierra, con alas del tamaño de castillos y alientos de fuego que derretían la tierra. Otros pensaban que estaba allí, meditando, pensando el mejor momento para salir a la luz. El único que sabía lo que realmente sentía, era él mismo, Caelest.
Los habitantes de los laboratorios que abundaban la zona estudiando las formas de manejar la magia misma, pensaban que no era más que un mito. Sólo los cuentos y leyendas narraban sobre estos seres ya desaparecidos. Era casi imposible razonar la existencia de ellos. Pero allí estaba, ¿durmiendo acaso?, ¿o trazando un plan para volver a la superficie?, ¿habría muerto luego de tanto tiempo? Nadie lo sabe. Nadie se preocupaba por él. Todos estaban preocupados en sus cosas, que para ellos eran más importantes, hasta el día del nacimiento.
Pero no era la población entera la que creía que se había extinguido la flama del último de los primigenios. Hechiceros todavía creían que con un estímulo o de alguna forma lo podrían despertar. Muchos intentaron por lo menos llegar, pero él se ubica en una zona donde ni las sirenas ni los tritones pueden llegar, una zona tan lejana que no se veía ni desde las ventanas de los laboratorios, era imposible llegar hasta allí.
Virdis, una hechicera de la corte de la oscuridad celeste, dónde discuten los grandes sabios y los no tan grandes, propuso una idea. Corromper al pobre animal, usando su poder para tomar por sorpresa a las demás civilizaciones, y comenzar la campaña de conquista más grande de la historia.
-Loca, como todas las jóvenes – dijeron algunos.
–Es la idea más absurda que he escuchado en este salón, no se cómo te han dejado entrar – dijo otro.
– Creo que podríamos seguir el plan a la perfección -se escuchó desde un rincón del sitio.
Todos miraron al insolente que había protegido a la maga de unos veintitantos años. Era un caballero, alto, llevaba puesto la armadura de los generales, y con un casco con cuernos enrollados, que le tapaba los rasgos de la cara, pero igualmente se notaba su mirada perversa.
– ¿Que te has atrevido a decir?- dijo el más viejo de todos los magos.
–Que podríamos seguir el plan a la perfección-.
La corte se llenó de ruidos y conversaciones, no se podía escuchar nada, todos intentaban decirle algo a este hombre, pero no se llegaba a descifrar que era lo que le decían.
– Orden, orden – llamó el anciano con el que estaba hablando antes – Estamos aquí para debatir sobre nuestro futuro y nuestros pasos siguientes, pero no podemos aceptar tal ideal absurdo como el de despertar a un dragón para tomar el control por la fuerza.
-¿Cómo te llamas? – preguntó la hechicera, que se veía como una niña entre tantos mayores.
– Dariach Elshitor – respondió formalmente el caballero.
–Se levanta la sesión, mañana discutiremos que sucederá con ustedes dos. ¡Guardias!-. En ese instante cuatro hombres vestidos con túnicas negras y azules salieron detrás de la pareja y en otro instante más, estaban encerrados en una celda.
-General del ejército y encerrado como una cucaracha- dijo el caballero sarcásticamente.
-Yo estoy aquí pero creo que me haberme ganado este lugar, perdóname por las molestias ocasionadas.
-No es nada, ahora que estamos solos podrías explicarme tu plan a fondo.
Se miraron mutuamente a los ojos. Ella corrió la vista y empezó.
-Creo que ya sabes que es imposible despertar al dragón directamente, es cómo si estuviera en un cuarto cerrado donde no podemos entrar, pero ¿cual es la forma más fácil de despertar a alguien que no llegamos a ver?
-Haciendo ruido, supongo.
-Exacto, pero por ser un dragón y estar tan alejado ese “ruido” debe ser muy grande.
-¿Entonces cual es el plan?
-Lo primero que debemos hacer es escapar de aquí.
A la mañana siguiente los guardias no encontraban por ningún lado a los prisioneros.
– ¿Cómo puede ser que se hallan escapado?
–Recuerda que había una hechicera con él.
–Pero las celdas son resistentes a esa clase de poderes.
–Resistentes, sí, pero no invulnerables. Creo que hemos desafiado a una persona muy especial, demasiado peligrosa para la propia integridad de la corte-.
Eran ya dos desconocidos entre la multitud de la ciudad de Thorem, iban sobre un caballo negro y pasaban desapercibidos entre tantos otros. Él ya no llevaba ni casco ni armadura, y ella estaba cubierta por un velo oscuro que no permitía que la reconocieran. Porque ya había una orden de arresto y recompensa por sus cabezas.
–Podríamos seguir así todo el viaje, pero llegaríamos en, por lo menos, tres semanas a destino.
–Es mejor que correr una y volver al calabozo.
–Podríamos escapar de nuevo, como la otra vez.
Ella se sonrió, pero al estar detrás del general, éste no la llegó a ver. Se llevaban bien dentro de todo. Y cada vez que llegaban a un bar o a un hotel, se presentaban como una pareja de recién casados, para no levantar sospecha. Estaban ya tan acostumbrados a fingir que dormían juntos, pero ambos sabían que eso no era ninguna actuación.
Luego de las cumplidas semanas que había predicho Dariach, habían llegado al Castillo de las invocaciones, allí comenzaría la primer parte del plan, “el ruido”. Medía alrededor de diez metros de alto, no tan alto para ser un castillo, y se encontraba escondido en las ciénagas, era un lugar muy sospechoso, hasta para el mismo caballero.
-Nos están esperando, vamos – dijo la joven. La puerta se abrió sola de forma casi mágica, pero esto no sorprendía a ninguno de los dos, ya que era común para ellos. Los pasillos estaban iluminados por antorchas y la luz natural no pasaba ni siquiera por las hendijas de las paredes. Llegaron a un salón completamente oscuro, sólo se distinguían las luces del camino por el que venían.
- Has llegado más tarde de lo que te pedimos- se escuchó desde las sombras.
–Pero lo importante es que he venido y que lo he traído conmigo-.
Dariach no entendía lo que decía su mujer, “lo he traído conmigo”, se trataba de él o de algún objeto en especial. Su cerebro estaba a punto de freírse, sin saber la respuesta de que le harían, porque, razonó, el no es ningún mago, ni tiene poderes especiales, entonces, ¿qué hacía allí?
– ¡Para que lo necesitan!- grito desesperada ella.
Ahora estaba más confundido todavía, ni siquiera ella sabía el procedimiento del “ruido”. ¿Y si todo era una trampa? Pensándolo bien, él nunca le sirvió a ella, no uso su fuerza ni su cargo para llegar más rápido, apenas y le había conseguido un caballo.
-Necesitábamos a un hombre en el cuál hacer el conjuro, uno el cuál lo pudiese resistir y lo pueda llevar consigo-.
Ahora si que estaba asustado, y eso que el participó en guerras sangrientas, pero el miedo mayor del hombre es lo desconocido. ¿Qué me pasará? Es lo que se preguntaba repetidamente el caballero que en poco tiempo se haría en víctima.
– Perdóname Dariach, sé que he pasado los mejores días de mi vida contigo. Yo no sabía que esto ocurriría, pero tendré que sacrificarme por un bien mayor.
-¿”Sacrificarme” dices? Aquí el único que hace un sacrificio soy yo, ¡ni siquiera sé que es lo que me harán!-.
–Pero yo sí. - respondió la chica, la que lo abandonó y lo traicionó.
Antes de que pudiera contestarle se prendieron las luces restantes y observó que eran más de treinta los que permanecieron en la oscuridad en su conversación. Sintió que su cuerpo se dormía, pero él seguía conciente.
–Átenlo, para que no se intente escapar, aunque no creo que pueda- dijo ella mientras sonreía despiadadamente. No era la niña que el conocía, era una mujer que no tenía piedad sobre nada.
Lo ataron como había sido ordenado y lo pusieron en el centro del salón, acostado. El eco de las voces de los demás personajes inundaban los oídos del caballero. Un instante después, se alzó una voz sobre todas esas, la de una mujer. Aunque escuchaba gritos y palabras en idiomas rúnicos, le pareció haber escuchado un “perdón” tan dulce como el que habría dicho la ultima mujer con la que estuvo, la niña.
Despertó en un charco de sangre seco, y apenas se levantó para saber lo que había pasado, lo vió. Una bestia enorme del tamaño de seis metros dentro del castillo. Tenía la cara arrugada y cuernos por todas partes. Llevaba puesta una armadura, muy parecida a la que tenía él hace ya varios años de las últimas guerras. Estaba sentando y se miraban atentamente los ojos, esperando el próximo movimiento de su rival desconocido.
–Nomen- dijo el más grande de los dos.
-¿Qué cosa?- respondió el que estaba en el suelo.
–Mi nombre es Nomen, Virdis me dijo que seguramente querrías verme, ya que soy parte de tu cuerpo-.
-¿Qué?
- Exacto, ¿Ves toda esa sangre en el piso? Es tuya, no creo que sobrevivas por mucho más, por eso quería que me vieras, como regalo de despedida-.
–Espera- respondió el hombre, ya moribundo – creo que puedes salvarme, por favor-.
–Eso es un tema entre Virdis y tú -. –
No me dejes aquí, te lo suplico-.
–Ya no tienes salvación, creo que fue un placer haberte conocido, eres una especie de padre para mí, pero tengo que atender cosas más importantes que un soldado herido, la invasión comenzará dentro de poco y Virdis quiere que haga los “arreglos”.
–Por favor no te vayas, por favor no- dijo con lagrimas en los ojos.
El monstruo se levantó y se fue, dejando al pobre hombre ahí, en medio del salón tenebroso, sin agua ni comida ni ninguna ayuda médica. Ahí solo, reflexionando en todo lo que le había pasado en apenas tres semanas, en lo que había perdido, y repitiendo siempre el mismo nombre, con rabia: -¡Virdis!, ¡Virdis! , ¡¡¡Virdis!!!
Buenisimo como empieza la historia, es atrapante realmente, me kede con ganas de saber q pasa. Estuve viendo casi todo tu blog desde la publicacion mas reciente a esta, me faltan las mas antiguas, pero me gusta mucho tu manera de relatar las cosas, el sarcasmo chamuyero q usas en otras publicaciones y demas. Tus dibujos tambien son copados, y con el q te ganaste la pc fue realmente bueno y muy ingeniosamente creativo, una muy buena critica.
ResponderEliminarAcabo de encontrar tu mensaje por casualidad. Gracias por el comentario y por los halagos, no eran necesarios. Estás invitado a pasarte cuando quieras.
ResponderEliminarSaludos
Texi