Llego la tarde del viernes a mi casa desde ciudad universitaria, como de costumbre. Abro la puerta, tiro la mochila sobre el sillón y me dirijo a la cocina a ver si hay algo de comer. En eso, encuentra una nota colgada del estante. Me paralicé un instante. "Franco, silencio" es lo que se leía. Dentro del papel, habia varios billetes. Un mensaje claro y sutil, alguien estaba comprando mi discreción.
Intenté pensar quién me había mandado a callar, qué fue lo que hice o vi y no puedo divulgar. Algo estaba pasando y yo no lograba darme cuenta qué era. ¿Cómo había entrado la nota hasta mi casa? ¿A quién se le podría ocurrir una cosa así?
El misterio me dejo reflexionando varios minutos. Tome un vaso con agua y caminé en circulos por la cocina para dilucidar este enigma en el cual estaba enredado. ¿Debía acaso agarrar el dinero y callarme? ¿Tenía alguna manera de rechazarlo, si ni siquiera sabía de qué no tenía que hablar?
Agarré el papel y lo tiré, me fije los billetes y vi que tenía en la mano sesenta pesos exactos. Ahi entendí todo. Era la plata que me dejó mi vieja para pagarle a Cilencio las clases de dibujo...
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