sábado, 11 de diciembre de 2010

Ilustración para la BOLA

La siguiente imagen salió publicada en la Bola 103 , acompañando un cuento de un alumno e integrante de la comisión prensa y difusión:


Cartas de un timonel a un niño

Tiempo atrás, digamos, no menos de una década, en nuestro querido y único mar, los veleros navegaban en pequeñas formaciones de dos o tres navíos (usualmente no más), formaban entre ellos una figura similar a un triángulo. ¿Qué ventajas tenia? En este triángulo, las comunicaciones eran claras, todos podían hablarles a los otros, al igual que escucharlos. Tanta felicidad había, ¿Qué decir? Vivian la vida simplemente, es corta para vivir a los cañonazos. No digo que la vida sea todo rosa, existe lo gris, pero ver gris lo rosa es totalmente diferente, muchas veces da miedo este brillante color ¿No estaremos acostumbrados? ¿Es algo nuevo que nos cuesta reconocer su existencia? ¡Quien lo sabrá!
Volviendo al mar, el problema resulta en que están apareciendo corrientes, vientos (de los que acarician las velas y de los que arrastran cruceros) hasta hambrientos tornados. Estos obligan a los nuevos barcos, o mejor dicho, los arrastran, a formar polígonos con centenares de puntos, uno solo puede comunicarse con otros dos. No digo que no sea suficiente, pero el estar viendo constantemente el centro de esta figura con ansias, donde, en teoría, podría ver a todos y escuchar a todos, aunque con mayor importancia, ser escuchado por todos. Tampoco se podría decir que nadie logro llegar a este centro, pero, el hecho de que alguien llegue significa que hay otros que no lo hacen, ni nunca lo harán. Sus vidas serán consumidas por esas ansias, olvidaran como ver y apreciar lo rosa y se convertirán en otro repugnante combatiente más.
A todo esto, uno se cuestiona, ¿Cuál es el origen de estos vientos/tornados? ¿Qué los impulsa? ¿Cuál es su fuente/energía? Es difícil saberlo, que pasaría si repartiríamos esa fuerza a cada buque ¿No serian todos más alegres? Seguramente, aunque, es tan difícil desprendernos con esa magnitud de nuestra realidad, que nuestro único puente (al que le debemos tanto) es la imaginación. Muchos han pensado anteriormente en estas preguntas, o mejor dicho, imaginado, pero ¿Dónde están? Algunos escogen el camino fácil de ser llevados por la corriente (no los culpo, desde que el primer tronco entra al aserradero nos van sacando nuestra energía, solo los peces muertos siguen la corriente). Otros, callan y guardan sus pensamientos en los confines de los almacenes, dejando que los empolve el tiempo, aunque, a veces estos escapan a la luz en forma de lágrimas. Afortunadamente, existen los que gritan a los cuatro vientos las respuestas, pero, los otros, tan ocupados viendo el centro, los tildan de locos y finalmente, se pierden en altamar.

¿Por qué olvidamos como escuchar?
¿Dónde dejamos los pinceles?

Agustin Cianciulli 4° 3ª TM



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