Ya tenía todo listo para la noche perfecta. Su traje negro recién llegado de la tintorería, su corbata roja con rombos simétricos, zapatos bien lustrados, peinado y perfume, arreglado para salir a cenar a la playa. A través del espejo, pudo verla a ella preparándose al mismo tiempo. Era mucho menor que él, cabello rubio por la cintura, piel blanca reluciente, de figura fina y esbelta, y con un vestido que la transformaba en la mujer de sus sueños.
Por momentos le hacía recordar a su anterior pareja “¡Qué diría si estuviera aquí!” Se habían casado hace veinticinco años, pero la relación no prosperó demasiado, a pesar de haber intentado formar una familia. Pensar que la mujer que ahora lo acompañaba debería de ser un bebé en ese momento.
-¿Tenemos mesa reservada? – le hizo volver a la realidad su esposa actual.
Fueron a un restaurant lujoso cercano al hotel, las luces de las estrellas hacían de la cena una comida apasionante. Brindaron con un Cabernet, chocando las copas por encima del candelabro. La calidad de los platos lo decepcionó un poco, haciéndole rememorar cuando en una situación similar su ex se había quejado del sabor fuerte del foie gras. Pero el Extra Brut fue lo suficientemente bueno como para no dejarse llevar por nimiedades.
De allí, se dirigieron a la sala de cine a ver una película romántica sin sobresaltos, de esas que parecen haber sido vista antes. En ella se representaba el encuentro de una pareja separada largos años por la guerra. Aunque no lograron entender el desarrollo, la música, el idioma y las imágenes los cautivaron. Pasaron la función imitando las escenas de la pantalla y se largaron antes de que terminase el film.
Inspirados por lo que habían visto, volvieron al hotel. Se bañaron para limpiarse luego de tanta caminata y lo hicieron en la cama de dos plazas, hace décadas que no la pasaba tan bien. Se acostaron juntos mirando el reflejo de la luna en el agua y se durmieron ante el arrullo que iba y venía del mar.
Pero a mitad de la noche él se despertó, con una inquietud que lo impacientaba. Fue hasta el baño para verse la cara y despabilarse un poco. No sabía si estaba entre sueños o en la realidad, como atravesando un recuerdo. Pensó en dónde estaría ahora su mujer y su hija, que destino se les habría presentado, a qué se estarían dedicando, ¿estarían solas todavía?
Una idea rara se le cruzó por la cabeza, primero se río, pero luego se desesperó. La gravedad había roto la fantasía. Hurgó la cartera de ella y encontró sus documentos, allí se explicitaba bien claro su nombre completo y su fecha de nacimiento. Hizo números y se dio cuenta de su error, quiso despertarla para revertir lo que había hecho, pero ya era demasiado tarde. Según sus cálculos, ella tendría que estar ahora embarazada.
Por momentos le hacía recordar a su anterior pareja “¡Qué diría si estuviera aquí!” Se habían casado hace veinticinco años, pero la relación no prosperó demasiado, a pesar de haber intentado formar una familia. Pensar que la mujer que ahora lo acompañaba debería de ser un bebé en ese momento.
-¿Tenemos mesa reservada? – le hizo volver a la realidad su esposa actual.
Fueron a un restaurant lujoso cercano al hotel, las luces de las estrellas hacían de la cena una comida apasionante. Brindaron con un Cabernet, chocando las copas por encima del candelabro. La calidad de los platos lo decepcionó un poco, haciéndole rememorar cuando en una situación similar su ex se había quejado del sabor fuerte del foie gras. Pero el Extra Brut fue lo suficientemente bueno como para no dejarse llevar por nimiedades.
De allí, se dirigieron a la sala de cine a ver una película romántica sin sobresaltos, de esas que parecen haber sido vista antes. En ella se representaba el encuentro de una pareja separada largos años por la guerra. Aunque no lograron entender el desarrollo, la música, el idioma y las imágenes los cautivaron. Pasaron la función imitando las escenas de la pantalla y se largaron antes de que terminase el film.
Inspirados por lo que habían visto, volvieron al hotel. Se bañaron para limpiarse luego de tanta caminata y lo hicieron en la cama de dos plazas, hace décadas que no la pasaba tan bien. Se acostaron juntos mirando el reflejo de la luna en el agua y se durmieron ante el arrullo que iba y venía del mar.
Pero a mitad de la noche él se despertó, con una inquietud que lo impacientaba. Fue hasta el baño para verse la cara y despabilarse un poco. No sabía si estaba entre sueños o en la realidad, como atravesando un recuerdo. Pensó en dónde estaría ahora su mujer y su hija, que destino se les habría presentado, a qué se estarían dedicando, ¿estarían solas todavía?
Una idea rara se le cruzó por la cabeza, primero se río, pero luego se desesperó. La gravedad había roto la fantasía. Hurgó la cartera de ella y encontró sus documentos, allí se explicitaba bien claro su nombre completo y su fecha de nacimiento. Hizo números y se dio cuenta de su error, quiso despertarla para revertir lo que había hecho, pero ya era demasiado tarde. Según sus cálculos, ella tendría que estar ahora embarazada.
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