viernes, 24 de agosto de 2012

La caja

En una esquina oscura de la oficina se encontraba una caja blanca, completamente lisa, perfecta, con sus bordes redondeados y herméticamente cerrada, sin revelar su interior. Estaba allí desde que empecé a trabajar y nadie nunca le prestó atención. Hasta me daba vergüenza preguntar, a fin de cuentas era una simple caja en el rincón.

Los días pasaban y yo seguía pensando en el contenido de la pequeña caja blanca. ¿Sería pesada? ¿Tendría un objeto, o varios? ¿Sonará al agitarla? Las dudas me carcomían y la cajita consumía toda mi atención. No podía creer que todos sean tan apáticos frente al misterio que se le presentaba ante sus ojos, nadie parecía notar aquel extraño objeto.

Me decidí a resolver todas mis dudas y espere a que la oficina se vacíe, alegando que tenía trabajo extra. Me aseguré de que todos se hayan ido y que no quedaran ni los de limpieza. Tuve que esperar escabullido entre las sillas mientras los de seguridad terminaban su guardia. Hasta lograr que se vaya el último empleado se terminó haciendo de noche.

Una vez a salvo, me arrastré a oscuras y agarré la caja con mis manos, la apoyé en el escritorio y prendí las luces, para vislumbrar mejor el objeto. La tomé con las manos y le di vueltas, de verdad no tenía ni una hendija por donde curiosear, estaba hecha de cartón en una sola pieza. No entendía como la habían fabricado, ni para que estaba ahí. Tenerla tan cerca logró acrecentar mis dudas mas que despejarlas.

Pero no podía retroceder después de tanto esfuerzo, tenía que saber qué había dentro de ella. Y había una sola forma de sacar el contenido. Sostuve la cajita limpia y perfecta con ambas manos, tomé un respiro y empecé a estrujarla para ablandar el cartón. Una vez que tenía suficientes arrugas, agarré uno de los pliegos recién formados y tironee hasta abrirle un agujero. Ahí, metí el dedo índice, hasta cortar y despedazar el objeto.

Una vez terminada la acción, me encontraba frente a la caja partida en pedazos y su misterioso contenido: una nota doblada perfectamente, como lo fue la cajita alguna vez. Tomé el papel con las manos temblorosas y me animé a leerla. Estaba escrita a máquina, firmada por la dirección y dirigida directamente al empleado que lograse abrir la caja. Al terminar de entender aquellas palabras no quedó nada en mí, ni siquiera las ganas de llorar.

***

Al otro día en la oficina volvió a aparecer una cajita blanca, lisa y perfecta en el rincón. Nadie le prestó atención a aquel extraño hecho, habíamos aprendido a ignorarla.

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