martes, 21 de agosto de 2012

Venganza


Hace rato que lo tenía en la mira. Lo había fichado unos días atrás, con su barrita de amigos por las calles del barrio. Haciéndose el langa, como todos los pibitos que andan dando vueltas por acá. Y claro, van por la vida y creen que se comen al mundo, pero no es así, porque en una de esas el mundo de las va a devolver. Y con creces.
El pendejo iba canchero por la vida, con el celular al taco escuchando esa cosa que ahora llaman música. Zapatillas último modelo, camperita deportiva nueva, gorrita para debajo de marca, ya sabemos de dónde lo sacó. Caminaba con las patas abiertas medio de costado, como para que nos demos cuenta que iba calzado a todos lados, con el fierro fríoy de grueso calibre que le dejaba entrever debajo de la ropa. Nadie lo jodía cuando caminaba por el barrio, ya se había hecho fama de chorro y asesino. Y yo lo sabía de primera fuente.
Hace unas noches se había encontrado a mi hermano, mi colega, mi compañero, en un callejón oscuro. Uno sólo salió vivo. A partir de eso sólo un pensamiento cruzaba mi cabeza.
Decidí actuar por mí mismo. Me preparé con tiempo, lo investigue un poco, obeservé sus movimientos, sus hábitos, sus conductas, todo esperando el momento oportuno para atacar.
El destino, la casualidad o la simple lógica nos llevó al mismo lugar. Un callejón oscuro entre las calles del barrio. Me le paré enfrente y le tiré antes de que pudiera darse cuenta. De una sola bala cayó al suelo y comenzó a sangrar. –Hijo de puta, sos la misma mierda que el anterior, - es lo único que atinó a decir.
A la medianoche del 4 de mayo de 2011, Julián Ricardo Pérez había sido hallado muerto por un impacto de bala calibre .32 en los alrededores del barrio de Flores. Me enteré del hecho cometido cuando volví a la estación. Fui derecho al locker, me vestí con el uniforme y escondí sigilosamente el arma reglamentaria. El cañón todavía estaba caliente.

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